martes, 17 de diciembre de 2013

Se declara al acusado culpable.

Uno lleva un día normal, tranquilo, pacífico. La mente se encuentra entretenida con banalidades, quizás. De repente ocurre algo. Un encuentro con alguien conocido, cualquiera sea el grado de relación; y esa persona te comenta sobre un hecho ocurrido, un suceso que de alguna manera se enlaza a tu persona de una forma tan próxima que tu figura hasta encuadra bajo la categoría de "causa efciente" de este desenvolvimiento de la realidad. Y se aclara el panorama acerca de este repentino encuentro; este amigo, familiar, compañero, efectivamente está uniendo tu sujeto con el hecho en una relación causal. En otras palabras, te está declarando indirectamente como responsable del hecho. Te está "echando la culpa", y qué buena elección de palabras la de esta frase, porque esa es la realidad: la culpa "se echa" sobre el prójimo. El sentimiento de incomodidad y angustia inexplicable no hace aparición en ese -y con palabras de natijota- "algoquesiente" de nuestro cuerpo sino hasta que algún otro individuo te declara mediata o inmediatamente como culpable de algo. Y es algo muy curioso, porque la culpa es un sentimiento particular: es completamente dependiente del otro, es un sentir que es "implantado" y no nace espontáneamente, ya seas realmente o no el responsable de la acción desencadenante del efecto que se te atribuye. 
Si tu persona no se identifica con el autor del hecho, la situación se torna mucho más particular; ya que esa vinculación que el otro -porque no es más que "el otro", en tono despectivo, debido a la injusta acusación que emite sin conocer la verdad de los hechos- realiza entre efecto y tu nombre, llega a instalarse como un virus en tu "algoquesiente" y llegás a sentirte realmente culpable siendo 100% inocente.
Si llevaste adelante dicha acción, ya sea de tinte positiva u omisiva, probablemente -casi indudablemente- lo hiciste sin mala intención o creyendo que lo que hacías era lo correcto, por lo que tu consciencia se encuentra tranquila y satisfecha. Pero a partir de que el entorno exterior te hace saber -o creer- que tu decisión fue equivocada, surge la culpa en tu interior, que anteriormente me atreví a describirla simplemente como una "molestia, incomodidad o angustia", pero sin embargo puedo decir que aquellos hombres de moral (y hasta aun aquellos hombres del reino de la inmoralidad) sufren mucho más, porque la culpa puede llegar a configurarse en un auténtico dolor y sufrimiento espiritual de autoreproche, lo que es ilógico porque este tormento nace a partir del desprecio social recibido y el reproche ajeno a la conducta que muy indefectiblemente llevaste a cabo sabiendo o creyendo que era lo correcto y con la cual tu consciencia estaba en paz. 
Sin embargo, en caso de que tu actuar haya sido efectivamente negativo, la culpa es el factor de curación, es el sentimiento que incita a la consciencia a recapacitar sobre las decisiones tomadas y a reconocer el error para poder finalmente aprender de él, y así crecer como persona. 
Qué sentimiento extraño, la culpa. Implantada por los demás en tu consciencia pacífica, alterándola, atormentándola, llevándola a la desesperación, haciéndola cambiar en su desenvolvimiento para poder mejorar su imagen y quitarse de encima ese reproche tanto externo como interno que la vuelve loca; y en casos de auténtica culpabilidad, provoca esa necesidad de pedir perdón, para volver de una vez por todas a la tranquilidad. 

NdelA.: esta entrada es simplemente un reflejo de una simple relfexión y efecto de la necesidad de escribir algo, por lo que quizás carece de sentido y no posee una estructura literaria adecuada; pero bueno, ¿debo sentirme culpable? 

martes, 22 de octubre de 2013

La lechuza hace shh

"El silencio no es falta de respuesta; es, por el contrario, quizás la respuesta adecuada cuando, en cierto momento, nuestro pensamiento advierte que para expresar su experiencia el lenguaje le resulta casi vano balbuceo".
Arturo García Astrada, Introducción a la Filosofía.

Hay que analizar detenidamente la canción que se le canta a todos los niños para que hagan silencio, lo que sus versos representan; la lechuza, la lechuza es el símbolo de la sabiduría; hace sh, hace sh, silencio.
Nuestros padres suelen tener razón hasta en las canciones que nos cantan, ¿eh?

jueves, 17 de octubre de 2013

Nietzsche, yo y mi otro yo.

''En verdad él era candoroso, entusiasta, romántico, tierno hasta la sencillez; su lucha contra la ternura era una tentativa para exorcizar una virtud que lo había llevado a una amarga decepción y a una herida que nunca se curó''.
Will Durant, Historia de la Filosofía

miércoles, 17 de julio de 2013

Hay momentos intensos, en los que te dan ganas de tomar un cuaderno y una lapicera y derramar la impresión que inunda tu cuerpo en ese instante. Momentos en los que la necesidad de plasmar cuanta idea cruza tu cabeza se torna verdaderamente poderosa. Volcar tu personalidad en palabras, para que después quizás ni siquiera sean leídas, pero que decoren junto a los manchones de lapicera una hoja de papel. Por vagancia, decís, ''después lo escribo''. Y luego te sentás frente a tu computadora, dispuesto a cumplir con tu promesa. Sin embargo, la adrenalina ya te abandonó, y escribir sobre aquello que habías prometido, ya perdió sentido. Es algo absurdo, no tiene gracia. ¿Acaso esos fogonazos ocasionales son propios de un escritor? Ojalá. Y cuánta certeza la del popular dicho ''No dejes para mañana lo que puedes hacer escribir hoy''.

martes, 26 de marzo de 2013

Lo importante no es el auto feo ni llevar torta, sino el paseo.

La valija se encontraba a medio llenar. Arriba de la cama había remeras, camperas, pantalones, buzos y ropa interior por doquier. Andrés se encontraba en la otra cama mirando la nada. Todavía le faltaba mucho por guardar, y no existía nada en el mundo que él odiara más que preparar el equipaje.
Siempre que se tildaba su mente comenzaba a divagar por situaciones y circunstancias de lo más extrañas e inverosímiles: en ese momento se imaginaba un fantástico encuentro entre una chica rubia dotada de la más brillante inteligencia -genéticamente heredada de su eterna madre de ojos grises- y un anciano griego que alguna que otra vez pronunció la inocente y humilde frase ''Sólo sé que no sé nada''; cuando de repente el grito insistente de su padre en pregunta -dirigida a la nada- de dónde había dejado los documentos y la plata, lo sacó de su ensimismamiento, y miró su reloj. Las cuatro de la madrugada. Faltaban tan solo dos horas para que su presencia en la fila del check-in del aeropuerto fuera absolutamente urgente y necesaria. Decidió que tenía que apresurarse a terminar su valija.
Mientras rellenaba el medio-vacío de su bolso lo invadió una creciente ansiedad. La espera había terminado. Tantos meses de pensar ''Vamos a viajar'', finalmente se convertían en un "Estamos comenzando un viaje". La última semana de despedidas, besos, abrazos, frases como "Me voy, los voy a extrañar, las voy a extrañar, te voy a extrañar", ese día estaban pasando a ser un "Me estoy yendo, los estoy extrañando, las estoy extrañando, te estoy extrañando". 
Quince días tenían Andrés y su familia por delante. Filas, esperas, películas y comida de avión, aduanas, nervios. Renegar con el equipaje, renegar con el GPS, renegar con la locura de su padre. Dormir en camas con sábanas blancas y bañarse en bañeras. Robar lapiceras y anotadores de hotel. Levantarse temprano, y andar todo el día. Andar en subte, en tren, en colectivo. Idioma distinto y comida distinta. Aprender de historia, arte y cultura en general. Conocer la vida cotidiana extranjera a través de labios ajenos a la argentinidad. Risas y peleas con su hermano. Ser el GPS caminante de la familia. Ser modelo para las fotos de su madre. Alguna que otra foto de perfil. Ser traductor para su padre. Jugar a buscar parecidos conocidos entre tanta gente desconocida. Burlarse de los carteles y la forma de hablar de los lugareños. Enamorarse de chicas que nunca en su vida volvería a ver. Comprar souvenirs -principalmente los imanes para su abuela-. Llegar liquidado al hotel y no querer hacer otra cosa que ver en Facebook qué es de la vida de sus amigos. Hablar con sus informantes habituales. Hablar por teléfono con sus familiares -reiteradamente hace aparición principal la imagen de su abuela-. Ver TV en idiomas inintendibles. Comprar golosinas y gaseosas cuyo sabor nunca probó. Ropa nueva, un libro nuevo. Escapar de la realidad habitual. Sentir que la vida es un sueño. Sumergirse en la tierra de los libros y el cine que tanto lo fascina. Olvidarse de todo lo que merece ser olvidado. No pensar en lo que o quien no merece ser pensado. Extrañar a quien merece ser extrañado. La contradictoria sensación de querer volver y al mismo tiempo desear quedarse a vivir en ese otro lugar. La angustia y tristeza de tener que empacar y volver al aeropuerto. La alegría y ansiedad de saber que el resto de su familia, sus amigos, ella tal vez, están más próximos. Filas, esperas, películas y comida de avión, aduanas, nervios. Caminar por un pasillo. Una puerta automática que se abre y cierra sola, y en cada parpadeo, una que otra cara conocida se alcanza a ver. Abrazos, besos. "Cómo les fue?". Contar miles de veces lo mismo. Repartir regalos. Mostrar las millones de fotos sacadas por la artista de la familia. Imprimirlas. Guardarlas en un álbum. Volver a la realidad y a la rutina. 
Después de un largo tiempo, desempolvar ese sagrado libro y contemplar las imágenes que en él se encuentran, fotos para las que en el momento no había ganas de posar, y agradecer eternamente a su madre por ser tan molesta con su hobby. Recordar con una sonrisa de oreja a oreja.
Quince días tenían Andrés y su familia por delante. Pero quince días diferentes. Días que valen la pena recordar. Días que sirven para colorear aquellos días grises. Días que dejan una marca en nuestra psiquis y en nuestro corazón por el resto de los demás días. Días por los que vale la pena vivir. 
Cerró la valija y repasó una y otra vez, evitando olividarse de algo. En la cocina, su padre gritaba "Vamos que perdemos el avión, quieren que me de un ataque?''. Tomó la valija y se dirigió arrastrándola hasta la entrada de su habitación, donde se frenó. 
- Te voy a extrañar, camita querida. Sin embargo, tampoco tengo tanto apuro en que nos reencontremos.



Quizás a Andrés le faltaban muchas cosas. A lo mejor no era el mejor deportista. Ciertamente era medio inútil y tenía mucha mala suerte en algunos sentidos. Pero podía viajar. Y rogaba que nunca a las caprichosas Moiras se les ocurriera quitarle esa posibilidad de recorrer, asombrarse y conocer. Porque viajar es mejor que leer un buen libro, o ver una buena película, o comer una rica comida; el viajar implica todo eso. Un viaje rehúne todas aquellas simples cosas que alegran nuestra vida y nos hacen estar felices y agradecidos de poder vivirla. Viajar, aviva el alma.


viernes, 15 de marzo de 2013

Opinólogos, todos.

Todo el mundo tiene derecho a opinar diferente. De hecho, todo el mundo opina diferente. Todo el mundo debe respetar las opiniones de los demás. Sin embargo, parece ser que es imposible llegar a un acuerdo cuando dos opiniones son opuestas. Aborto sí, aborto no. Dios existe, Dios es una mentira. Parecen ser caminos que nunca encontrarán una intersección, un punto compartido.
¿Cómo se puede lograr que exista justicia para todos si es imposible determinar qué es lo universalmente justo? ¿Cómo se puede llegar al bien común, a lo que vulgarmente nombramos como "paz mundial", si ni siquiera existe un acuerdo convencional en cuanto a la justicia? ¿Puede existir un bien común si para lo que unos es un bien, para otros no lo es?
Estaría bueno que por ahí no existiese tanta diversidad de opinión. Que todos pensaran lo mismo que uno. El problema radica en encontrar a ese uno que opine lo correcto.
Y por eso mismo existe la diversidad de opinión.

Universitariamente 2013.

Carreras diferentes. Universidades diferentes. Materias diferentes. Horarios diferentes. Responsabilidades diferentes. Amistades diferentes. Ciudades diferentes. Vidas diferentes.



¿En qué momento cambió todo? Se puede superar, pero nunca olvidar; y mucho menos dejar de extrañar.

jueves, 3 de enero de 2013

¿Coincidencia?

Normalmente no creo en el horóscopo, pero uno se encuentra con estas cosas en internet...

LIBRA- El pobre (24 Sep - 23 Oct) No sé a qué se refiere con ''pobre'', pero que estoy meado por elefantes, eso sí que es cierto.

Agrada a todo el que lo conoce. No quiero sonar creído, pero me da la sensación que caigo bien a la gente.
Su amor es único. No creo que sea único por lo extraordinario, pero sí es único por lo particular y, no sé, por lo raro que es.
Un poco tonto, divertido y dulce. Tiene un encanto único. Lo de tonto, no se discute. Divertido, hago el esfuerzo por serlo. Y dulce, bueno... Tengo mis momentos. Lo del encanto, no quiero sonar agrandado, pero creo que cierto encanto tenemos...
Necio y sensible, de carácter angelical. Necio a full. Sensible en un 80%. Y lo de angelical, te la debo.
Es una de las personas más protectoras que conocerás, pero que no la querrás nunca de enemigo pues podrías terminar llorando. ¿Protector? Ponele que sí... Y lo otro me causa gracia. 
Le gusta la lectura, música y el entretenimiento sano. No sé qué sería el entretenimiento sano, pero sí, este soy yo al 100%.
Lo mejor de ellos está en su interior aunque a veces no lo saben. Y, la verdad que si es cierto, no lo sé. Espero que así sea.