jueves, 6 de febrero de 2014

Troya

Las nubes estaban teñidas de naranja, lejanas, como una isla brillante en medio del mar negro, patas arriba. Risas, gastadas y susurros inundaban el ambiente, los cuerpos emanaban adrenalina como el vapor que asciende de las calles mojadas cuando las calienta el sol. Era un sábado a la noche, momento crucial en la semana en la que raramente un adolescente se sentía triste o desanimado. Las luces de la ciudad estaban cada vez más cerca a medida que el colectivo seguía avanzando por el asfalto de la ruta. Finalmente, tras una hora de trayecto el gran bicho de metal se estacionaba frente al boliche, y todos bajaban atropellados a la calle. Uno por uno, los asistentes hacían fila como en la misa, nada más que ellos eran quienes entregaban un pedazo de papel a otro en vez de recibirlo; porque eran ellos quienes hacían la misa, su misa. Al final todos eran fervientes creyentes que honraban al santo sábado tal como su Dios se los había pedido.
Tras dos o tres minutos con la ansiedad a flor de piel, le entregué mi entrada al guardia, recordando con nostalgia las veces en que esa situación los nervios por la posibilidad de no entrar me torturaban a morir. Pero por suerte ya hacía tiempo que podía pararme al frente de un seguridad sin tener miedo. Siento que me palmean la espalda y me doy vuelta para encontrarme con mi amigo.
-Che Bauti, me parece que está noche explota todo!
-Esperemos... Tener que rendir me secó el cerebro y hace miles que no salgo, así que t i e n e que ser una buena noche.
-Obvio amigo, acordate de lo que te digo siempre, los boliches no "se ponen", vos "los ponés" buenos!- así era Genaro, positivo desde antes de que su mamá se hiciera el test de embarazo.
El lugar era muy original. El edificio estaba rodeado de una mini muralla, de la cual la entrada simulaba ser las puertas de una ciudad. Al entrar había un camino bordeado por antorchas, que llevaba hasta la zona de los guardaropas. Luego doblaba hacia la izquierda y se habría a un salón enorme, redondo, con grandes columnas a los costados. En el centro del techo había una especie de círculo que emitía un haz de luz. Del otro lado del amplio salón, se salía a un patio exterior. Caminamos hasta la barra, todavía no había mucha gente, pero de un momento a otro, como por arte de magia, se llenaría... Troya era así, y por eso teníamos asistencia perfecta en ese boliche.
Pedimos un par de tragos y nos quedamos allí, en la barra, escuchando música, haciendo comentarios sobre esta chica y esta otra, "escaneando" la multitud. Y entonces los vi. Dos ojos muy abiertos, de un azul eléctrico, mirando de un lado a otro. Estaban aburridos, como el resto de su rostro. Blanco, de nariz recta y un poco respingada al final. Llevaba el cabello suelo, largo y negro, como sus ropas. De repente, sus ojos entraron en contacto con los míos, y un escalofrío me recorrió la piel. Miré a mi amigo.
-Che boludo, ¿viste aquella mina?
Genaro le estaba haciendo payasadas a unas chicas. No me prestaba atención.
-Ey Gena, gil, mirá aquella mina...
-¿Cuál? No sé si te diste cuenta que hay como muchas chicas acá.
-Aquella, mirá...-y le señale disimuladamente donde estaba la chica de ojos claros, pero ya no estaba- Te juro que estaba parada ahí, se habrá ido al baño.
-Sí, bue, después cuando te la cruces le hablás! Vamos a dar una vuelta, ya me cansé de estar acá parado.
Y le hice caso. Dimos vueltas por afuera, por las otras pistas, por todos lados. Bailamos, hablamos con chicas, tomamos... Pero los ojos celestes no se borraban de mi cabeza. La chica se había esfumado. No la veía por ningún lado. ¿Se habría ido con su novio? Para colmo había tanta gente. Mucho movimiento y confusión de caras. El alcohol no ayudaba mucho además. ¿Había sido eso que vi un par de enormes ojos celestes o lo soñé?
-Emmmm... Llamando a Houston.
-¿Eh?-volví la vista; una linda chica rubia me estaba hablando. Gena hablaba con su amiga y me miraba como diciendo ''¿Qué hacés?"-Ah, si! Disculpame, me pareció ver un conocido... ¿Cómo era que te llamabas?
La chica hablaba, y hablaba. Obviamente estaba interesada... ¿pero por qué yo no le prestaba atención? Hasta podía sentir a mi yo interno gritándome "BAUTISTA POR QUÉ TAN LENTO? ES RUBIA Y LA HIJA DEL DUEÑO DEL BOLICHE". Me gustan las rubias. Pero no tenía ojos azules. ¿Dónde estaban los ojos azules?
-Disculpame, em, Mora, pero me tengo que ir al baño.
Me di vuelta y me fui, tratando de no voltearme para no ver la cara de enojo de la chica. ¿Mora? Creo que era Mara. No sé. Se estaba haciendo de día y los ojos azules se iban a ir. De todas formas fui al baño para disimular. Mientras me lavaba las manos vi aparecer la cara de Genaro atrás de mi hombro.
-¿Me querés decir que hacés? El cuarteto está servido! Vamos antes de que se nos vaya el bondi, si?
-Ehhhh andá vos tranqui, yo quiero dar una vuelta más por acá- no sabía qué inventar.
-¿Te fumaste algo raro? Bue, yo me voy. No seas gil y tratá de llegar al colectivo.
Mi amigo se fue, y yo esperé un rato para salir, por las dudas que las dos chicas estuvieran afuera esperando. Di vueltas por todo el boliche, sin éxito. Cuando me estaba asomando al patio por décima vez, sentí una voz atrás mío.
-Me parece que ya casi son las seis y media, ¿no se te va a ir el colectivo?
Giré y la vi. No tengo idea de vestidos, pero el de esta chica era negro y ajustado y me volvía loco.
-¿Y vos cómo sabés que tengo que irme en colectivo?-bueno, sobre que la chica que había estado buscando toda la noche me habla, yo la ataco. Bravo.
-Te vi bajar. ¿No tenés miedo de quedarte?
¿Porque pestañaba de una forma tan sexy?
-Mmm, quizá tengo mejores motivos para quedarme.
-Ah, ¿si? ¿Sería muy curiosa si te pregunto cuáles?
-Estaba buscando a una chica morocha, de ojos claros, algo así de alta, hermosa. ¿La viste?
Creo que nunca, NUNCA, había dicho algo tan ridículo. Pero esos ojos azules me sacaban de mis casillas. Ni hablar de la boca. Labios rojos y dientes blancos, rectos, brillantes; que formaron una gran sonrisa al reirse. Parpadeó lentamente y me miró fijo, a los ojos. Dios. Nunca puedo sostener la vista más de dos segundos pero esta vez no podía mover mis ojos de lugar. Ella se dio vuelta y empezó a caminar. Listo, semejante boludez la había espantado. De todas formas, mis piernas -o mejor dicho, las piernas de alguien más- la siguieron.
-Espera, ¿por qué te vas?
-Porque me pareció ver la chica que decís afuera- dijo mirando hacia adelante mientras seguía avanzando. Yo iba por detrás como un bobo obviamente. Salimos del boliche, caminando, ella encabezando la excursión y yo, sin saber por qué, me mantenía en la retaguardia, siguiéndola, sin animarme a alcanzarla y caminar a su costado. Quizá era por la vista -Dios, ese vestido-, quizá era por el aura de autoridad que esa melena oscura irradiaba. En un determinado momento vacilé, me frené y me dije "Idiota, esta mina no te va a dar bola y estás siendo un alzado"; cuando ella giró la cabeza, me guiñó uno de esos hipnotizantes ojos azules y reanudó el paso. Lo mismo hice. La cuestión era que seguíamos caminando y yo no tenía ni la más mínima idea de a dónde nos dirigíamos.
-Disculpame, me parece a mí o me estás llevando a algún lugar baldío?
Ella se giró y me miró a los ojos, mientras continuaba caminando para atrás, más lento.
-Mmm puede que estés en lo cierto. Quizá las cosas que quiero hacerte no sean aptas para todo público...-dejó la frase en suspenso y se mordió el labio.
Yo me estaba volviendo loco. Algo raro tenía que haber. Esas cosas sólo pasaban en las películas, y un tipo muy específico de películas. Sabía, en un espacio bastante recóndito de mi interior, que sería mejor pegar la vuelta; pero obviamente no podía hacerlo. No con ese vestido al frente mío. 
Continuamos la marcha hasta que en un determinado momento la de ojos electrizantes aminoró el paso hasta que la alcancé, me tomó de la mano -un hormigeo se expandió rápidamente desde la yema de mis dedos hasta los hombros- y me llevó atrás de unos árboles. No había casi hogares alrededor. 
Su expresión era muy seria y endiabladamente seductora cuando me habló:
-Estás seguro que querés esto, no?
-Por supuesto que quiero- me acerqué un poco.
-Mirá que jugar con fuego trae quemaduras, y donde hay fuego...cenizas quedan.
No entendía porque mezclaba los dichos pero yo estaba desesperado. Me acerqué aun más. Cuerpo con cuerpo. Ella me puso un dedo en los labios. 
-De esto no hay vuelta atrás, eh. No digas que no te avisé.
Su aliento me inundaba los pulmones. Tenía un gusto dulzón, floral. No aguantaba más la tensión, y con culpa, la besé.
La verdad no hay palabras para este momento. Besé a otras chicas, pero nunca nada como esto. Me olvidé de cómo me llamaba, dónde estaba, qué hacía allí, todo. Acaso no tenía que cumplir con un horario? Horario por qué? Algo que le prometí a un amigo. Mi amigo me esperaba? Por qué tenía la leve sensación de estar traicionando a alguien? Una novia? O algo así, no sé. El mundo giraba. Mis manos no eran mías. Y lo peor era que ella respondía con igual intensidad. En un determinado momento sentí un leve gemido y ella se separó. 
Sangre brillaba en su labio. No sé cual de los dos era más rojo. 
-Perdón.
-No, vos perdoname.
Por qué me pedía perdón? Su rostro reflejaba cierta confusión. Como si no supiera qué hacer. Yo le iba a mostrar qué hacer. Sus ojos verdes refulgían.
La volví a besar. Y esa vez fue distinto. Fuego. Pero literal. Mi boca, mis labios, mis manos. La garganta, las entrañas, las neuronas. Todo ardía, pero qué dolor placentero.
Ojos verdes? Algo iba mal, obviamente. Pero no podía dejar de besarla. Ella me lo había advertido. Había sido muy fácil, algo de malo tenía que haber. El fuego era más intenso. Abrí un poco los ojos, y vi que venas verdes se marcaban en su rostro. Mierda. No sé qué era ella, pero era algo sobrenatural. Bueno, al fin la respuesta a esa pregunta. 
El fuego comenzó a disminuir. Y con ello sabía que se apagaba mi vida. No me importó. Valía la pena. Muchas cosas quedaban inconclusas, pero qué le iba a hacer. Mi familia iba a sufrir, eso me molestó. Pero anhelaba dormir. Me encontraría con mis abuelos y tíos abuelos, qué mejor. Conocería el mundo. Estaba un poco triste y enojado y contento y aliviado a la vez.
Ella me soltó, y yo caí, sintiendo algo fugaz como un sollozo, y aterricé en una laguna de calma. Y todo se volvió oscuro. Y floté.