Yo me le acerqué, y fijo la miré; le ofrecí un trago.....
No, no amigos... Este es un post serio. Aunque no lo crean (bah, en realidad ni me conocen), sí, soy una persona seria. Sé que los textos deben tener un orden lógico, deben tener coherencia, un hilo conductor... Pero como soy de los rebeldes y justo en Lengua estamos viendo la técnica ''el fluir del pensamiento'', me voy a correr un poco de mi costumbre de escribir cuentos cortos y voy dejar fluir un poco lo que cruza por esta mente revuelta.
Como verán, el título de este post es ''la pregunta''. La pregunta, algo tan común, tan simple, tan cotidiano. Es definida como una interpelación o petición de algún tipo de información. Pero para mí, la pregunta va más allá de eso... La pregunta es uno de los grandes pilares de nuestras vidas, está presente constantemente, es el motor que hace trabajar al cerebro sin descanso. ¿Cuántas veces hemos maquinado durante minutos, horas, días, buscando la respuesta a algo? Las preguntas son poderosas, las preguntas nos desequilibran, las preguntas nos hacen entrar en crisis. Un simple y ordinario ''¿Cuál?'' nos puede hacer pasar un momento insufrible parados al frente de la heladera de una heladería, con la chica atrás esperando que superemos nuestra pequeña e instantánea crisis existencial que invade a nuestra vida por completo, haciendo desvanecer todo lo demás. Nos olvidamos de nuestros problemas, nuestros recuerdos, nuestros sentimientos, todo. En lo único que se concentra nuestra mente es en elegir qué helado queremos comer. Y nos sentimos desesperados, porque sabemos que necesitamos urgentemente una respuesta. La calma no volverá a nuestro lado a menos que elijamos un estúpido gusto y la heladera nos deje de mirar con cara de culo. (Acá hagamos un pequeño stop. ''La calma no volverá a nuestro lado hasta que la heladera nos deje de mirar con cara de culo''. ¿Por qué? ¿Qué fuerza invisible nos obliga a estar todo el tiempo actuando para los otros? Nosotros dependemos de nosotros, no de lo que los demás pretenden de nosotros. Somos libres, ¿no? Ahora sí volvamos a lo nuestro.) ¿Cuál es la reacción más común? Obviamente, como muy idiotas elegimos un gusto básico, que a lo mejor no es el que más nos gusta, pero sabemos que no le vamos a errar. Dulce de leche, limón, chocolate, el que sea... Pero apuntamos a ese y nos perdemos de comer a lo mejor un buen mascarpone con frutos del bosque o un manzana verde con limón. Pero, de todas maneras, nosotros estamos felices con nuestro dulce de leche. El otro quizás era muy rico, pero nunca se sabe. ¡Miren si nos llegábamos a clavar! Lo admitamos, tenemos miedo al fracaso, a la desaprobación, al ''qué dirán''. Mirenme, acá, escribiendo, que es lo que más me gusta, escondido ridículamente atrás de un pseudónimo porque tengo miedo de que a la gente no le guste lo que escribo. Que le parezca patético. Que se ría. Que me diga que no sirvo como escritor. Y este terror agónico que tenemos al fracaso, o por lo menos yo, es lo que nos genera tanta angustia al momento exacto en que por nuestro cerebro cruza tranquilamente caminando una pregunta cualquiera, porque tememos a no dar con la respuesta adecuada, o a la que todos consideran adecuada. Veamos mi ejemplo: la pregunta ''¿Quién?''. ¿Quién quiero ser? Soy un hombre de preguntas. Un hombre de preguntas que le gusta demostrar lo que le generan esas preguntas. Un hombre que quiere ayudar al mundo o a tan solo una persona con esas preguntas. Un abogado, un periodista, un criminólogo, un filósofo, un escritor, un director de cine. ''¿Dónde?'' ¿Dónde quiero ser? ¿En mi pueblo, en una ciudad, en otro país, entre varios lugares al mismo tiempo? ''¿Cuándo quiero ser? ¿Por qué quiero ser? ¿Para qué quiero ser? ¿Para quién quiero ser?''
A todo esto, estamos hablando mucho sobre el ser, pero... ¿Soy? Y si soy, ¿qué soy?
Mi problema esencial es que paso mucho tiempo buscando respuestas. Mi pasión es buscar respuestas. Pero cuando siento que estoy llegando a ellas, cuando alguien me dice ''caliente'', me acobardo, porque no sé si estoy seguro de ser capaz de afrontarlas. Y me alejo. Y vuelvo a preguntar.